miércoles, 8 de junio de 2011

 6. LAS CREENCIAS Y LAS SUPERSTICIONES.


La religión en Roma tenía un sentido utilitario y estaba al servicio de los individuos, las familias y los antepasados y, fundamentalmente, del Estado. Alejada de cualquier contenido moral, todos los ritos y sacrificios, tanto públicos como privados, tenían como propósito obtener un beneficio de los dioses o de los espíritus, a los que invocaban para que sus fuerzas ocultas les fuesen propicias.


Este carácter funcional de los dioses permitía que se adoptasen continuamente divinidades de los países sometidos,que eran acomodadas a la tradición romana.
Los dioses de orígenes latinos carecían de mito y no eran representados materialmente a través de imágenes, pues la frontera entre lo divino y lo humano estaba bien delimitada.
Isis, diosa de la mitología egipcia.
Escultura romana del
s. II.  Museo
Capitolino  (Roma)


Pero cuando el pueblo romano entró en contacto con los griegos, identificó muchos de sus dioses con los griegos, identificó muchos de sus dioses con los del Olimpo, haciendo suya la mitología que los acompañaba y las representaciones iconográficas de carácter  antropomórfico de cada una de las deidades.













1. Culto privado y culto público.
En Roma existía una dualidad religiosa. por un lado, estaban los grandes dioses romanos cívicos a los que el Estado rendía culto público y, por otro, las divinidades privadas o domésticas que eran veneradas por cada familia.


El culto privado: la diosa vesta, los dioses lares y los penates.
En el atrio de la casa, la dependencia más importante según  la época, había un lararium: una capilla o una simple hornacina practicada en la pared con un altar, donde eran venerados,junto a la diosa Vesta, los espíritus protectores del hogar y el fuego. Eran los lares familiares, representados por medio de estatuillas o pinturas murales. Al final de cada comida había que dejar algo en la mesa para ellos y para los demás protectores divinos de la familia. Cualquier celebración familiar empezaba por la ofrenda de perfumes y guirnaldas de flores a estas divinidades.


También había en los límites de los campos cultivados pequeñas capillas dedicada a los lares, que velaban por la prosperidad de la hacienda y que al igual que el resto de los dioses exigían culto y ofrendas.


Asimismo, la familia romana rendía culto a los penates, dioses protectores de la despensa y de la casa en  general. Con el tiempo, a ola tríada protectora de la casa compuesta por Vesta, los lares y los penates se la designó con el término genérico de lares familiares.


Pero no se agota aquí el culto doméstico. los manes eran los espíritus de los antepasados muertos, a los que invocaban para captar su benevolencia,pues estaba muy arraigada la creencia de que si no había alguien que se acordase de ellos e hiciese ofrendas en sus tumbas y las cuidase,sus almas andarían errantes y sin sosiego hasta llegar a convertirse en espíritus de influencia nociva. Par evitar este mal, una vez al año, en las fiesta funerarias, ofrecían en sus tumbas alimentos y bebidas, flores y obsequios, al margen de la oración diaria de la mascarillas de cera de los difuntos que colgaban de las paredes de la casa; otras veces eran imágenes completas. Además, en las propias lápidas a menudo se hacían constar las letras D.M.(Dis Manibus:<<dedicado a los diose manes>>).  


Los entierros. 
La relacíon que tenía el pueblo                         Las procesiones funerarias, según de la  
 romano con sus muertos era                            categoría social del difunto, iban             
una mezcla de temor y veneración.                  acompañadas de plañideras, músicos y toda
 El entierro constituía una de las                        la familia. Parte importante del funeral era              
 ceremonias más solemnes, a la                         el panegírico, consistente en un  recitado         
que asistían todos los miembros                         sobre la vida del muerto.       
de la familia del finado, incluidos
 los antepasados difunto (manes)
 representados por las máscaras de                   
 cera que los identificaban y que sus                     Banquete funerario. Pintura de la cúpula
descendientes conservaban en el hogar.                 de la tumba tracia de kazaniak (s. Iv a .C.)       


El culto público: los dioses capitolinos.
El culto público, aquel que se daba a los grandes dioses, propios o adoptados, en nombre de la ciudad o del Estado, era algo oficial íntimamente relacionado con la política. Los dioses capitolinos presididos por júpiter, Juno y Minerva intervenían activamente en todos los asuntos de la vida romana. En la colina del Capitolio, junto a los templos de los dioses, se erigió el palacio del Senado, y la religión, en la época del Imperio, pasó a ser uno de los símbolos de la unidad del Estado.
En honor de los dioses se celebraban fiestas y juegos. Cada dios tenía asignado uno o más días del calendario que cada año confeccionaban los pontífices.Pero además, cuando ocurría una gran calamidad o prodigio que la sabiduría de los sacerdotes no era capaz de explicar, se hacían ceremonias religiosas que podían ir desde las purificaciones por medio de agua hasta la celebración de los lectisternios, que consistían en un gran banquete ofrecido a los dioses foráneos.

Templo de Hércules 
(s. II.a.C), Roma




















2. Adivinación y sacrificios.
Los vaticinios y la adivinación eran parte importante de la vida y al religión de los romanos, a quienes preocupaba el conocimiento del futuro y de la voluntad de los dioses. Por ello, antes de tomar cualquier decisión o emprender cualquier empresa importante se consultaba al augur, que indicaba si sería propicia o no la acción a realizar.                                                                                                                                    
                                                                                                                                   
cortejo de sacerdotes:los augures.Relieve del s. I a. C., en el ara paci de Augusto (Roma)

Augures.
Los augures eran los sacerdotes especializados en presagiar acontecimientos. Interpretaban la voluntad de los doses a través de distintos tipos de señales: el vuelo de las aves era satisfactorio si procedía de la parte izquierda del augur y si no se quebrada antes de perderse de vistas, y nefasto si procedía de la parte contraria o cambiaba la dirección durante la observación del vuelo. También presagiaban cosas  funestas las aves que volaban a poca altura, al contrario de las que volaban muy alto.